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miércoles, marzo 02, 2005

Fortuna

De vez en cuando le pasan cosas buenas a las personas. De vez en cuando todo se acomoda de forma perfecta, para que algo llegue a una persona, esta lo tome y haga de lo que se le dio una gran obra... o quizá una obra mediocre... o quizá nada. Pero, ¿es esto verdad para todas las personas? Cualquier persona puede decidir qué hacer con lo que se le da, pero ¿a todas las personas les llega esa materia prima de la cuál decidir? ¿Todas las personas tienen la misma fortuna? Esto es si todas las personas nacen en potencial de igualdad y desarrollo de sus circunstancias, o sencillamente cada quien forma su camino provenga de las circunstancias que provenga. No lo sé.

La fortuna me acompaña. Me llega la materia prima. Veo cómo las circunstancias se acomodan. Algo que en un principio parecía negativo, triste, doloroso, turbio, llega el momento en que se ve claro y se acomoda de manera perfecta. Sólo hay que trabajar la materia prima y esperar ese momento en que la vida da una cachetada con guante blanco por inconforme y quejumbroso... hasta que todo se acomode de manera perfecta... perfecta.

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1 Pensamientos:

En 8:25 p.m., Blogger Negret pensó...

No me arrepiento de nada


Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

Gioconda Belli

 

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