Nessa Yávëtil

Conversaciones de regreso a casa

Martín recibe una llamada telefónica a su celular ultramoderno. Es una mujer.

- ¿Bueno?
- ¿Quién habla?
- ¡Ah! ¡Hola! ¿Cómo estás?
- ¡Qué bueno! ¿Qué cuentas?
- Por aquí, por la Tapo. Me invitaron a un Congreso y pues estoy regresando. ¿Cómo ves?
- Sí. ¿Tu crees? Eso de ser irresistible, ja ja ja. ¿Y qué cuentas?
- ¿Cómo crees? ¿Con tu novio?
- ¿Y eso?
- ¿Y para cuándo?
- Ahhhhhh. ¡Uy! Yo que ya me estaba animando...
- ¿Cómo? ¿Y qué más te han contado de mí?
- Puros cuentos queee. Deberíamos de vernos nada más para no quedarnos con las ganas.
- Pues si, tu di cuándo y yo bien puesto, aprovechando antes de que te condenes.
- Aja, si, ya, acabo de llegar.
- ¿Entonces el viernes?
- A donde tú quieras, mi reina, así te doy tu regalo.
- Perfecto, así le hacemos. Tengo que bajarme del camión.
- Un beso, adiós.


¿Por qué buscar separar, dividir, sembrar dudas, dañar personas? ¿Por qué lo material está por encima del valor de una persona, de una vida, de un corazón, de un sueño, de una ilusión? ¿Por qué decir no a la fidelidad a una persona, a una idea, a ti mismo?




Pedro se encuentra con Ramón en el segundo vagón de la línea rosa del metro dirección Observatorio.

- ¿Qué onda ca?
- No mames güey. ¿Qué haces aquí?
- Pus aquí. ¿Tú?
- Igual güey.
- ¿Y cómo has estado, cabrón?
- Bien, güey. Con broncas, pero bien.
- ¿Y eso?
- Pus ya ves, gúey. Ando viendo si me arrejunto con una vieja, pero estamos como que sí, como que no.
- ¿Por qué, cabrón?
- Pues es que, no mames, gúey, nomás junto una lanita y le voy a comprar su televisión y su modular, pero la voy a dejar el próximo año. Es que sí, gúey, porque toro es color de rosa ahorita, de novios, pero nada le quita lo vividita. ¿Qué tal que no le gusta algo mío? Por eso hay que ser realista gúey, y pus nooo, mejor yo solo. Pero mientras pus anda toda ilusionada.
- Ya la ilusionaste cabrón, ahora le cumples.
- Pues si güey, eso voy a hacer, pero pues yo quiero algo mío, o sea una vieja que no tenga compromisos y pues que después me diga que le toque la panza por un hijo y esas cosas, gúey, porque la más grande tiene seis años y la más chica dos. Puede que la chica me diga papá, pero la grande pues ya no. Y pues si, le compro cosas a sus hijas y todo eso güey, pero pus mejor solo.
- No mames.
- Si güey, eso venía pensando ahorita: si le decía o no. Pero pues es que si le digo, todo se va a la chingada güey y pus no. Es que ella me ayuda, o sea, platica conmigo y es buena vieja. Yo estuve en el reclusorio y apenas salí hace dos años gúey, pero esta vieja ha sido buena conmigo y pus me apoya. Está bien ilusionada y cree que me voy a casar con ella, pero pus no güey, yo quiero mi libertad y pus ni modos güey.
- Oye cabrón, yo me bajo aquí, que estés bien.
- Igual güey, yo me bajo hasta Pino Suárez.


¿Por qué usar a las personas? ¿Por qué alejarse de la honestidad y ver sólo por los intereses propios? ¿Por qué no amar realmente a alguien? ¿Por qué ser tan egoístas? ¿Por qué tolerar que siga pasando?




Javier y Benito platican alegremente en un pesero ocupando varios lugares sin importarles si hay alguien que necesita el lugar o no.

- Lo que pasa es que ya no puedo hacer ejercicio porque exactamente hace once meses me asaltaron. ¿Te conté, no?
- No
- Si, no mames, Entre tres tipos. Golpee a dos pero el tercero me llegó por atrás y me picó, así como en “U”, y pues el doctor me dijo que todavía no puedo hacer ejercicio.
- ¿Y entonces ya no vas al gimnasio?
- Pues si lo he pensado ca. Yo arreglo radios para los camiones y eso de 4 a 9 e la tarde y a veces he pensado salirme para ir al gimnasio, peor pus ni modo que deje botado el trabajo.
- No, pues ni cómo. ¿Y estabas trabado?
- Si, ca, hacía 280 kilos en pecho, para sentadillas llegué a 160, 120 para hombros. Llegué a entrar a concursos, hasta trabajé gracias a eso. Por allá, por el norte, una pareja me vio y me dio su tarjeta para que trabajara con ellos. A toda madre, de seguridad en su ligar, me pagaban quinientos por noche. Estaba re-bien, cabrón.
- Si, me imagino. ¿Pa’ qué lo dejaste?
- Pues es que me dieron las gracias. Pero estaba muy bien, a los bailarines les daban mil quinientos la noche, yo ya iba para allá, pero pus ya no, porque pues por el chupe valí madres. Pero estaba muy bien, ca. Ellos cerraban a las 4, pero por eso de los asaltos y eso, no nos dejaban salir a nadie hasta las 7, había cuartos y cocina. Era dinero fácil. ¿Qué más puedo pedir?
- No, pues nada.
- Si, y hace poco me encontré a la dueña y me dio su tarjeta, me dijo que ahí estaba mi trabajo, que a ver si el próximo año cuando me fortaleciera y eso, entonces por eso ando trabajando ca, porque ¿qué más puedo pedir?.
- No, pues te digo que nada, ya con eso.

¿Cuándo se dejará de explotar al hombre? ¿Cuándo dejará el hombre de prostituirse? ¿Por qué no tener pláticas con fondo? ¿Por qué no compartir ideas, posiciones, aspiraciones profundas? ¿Cuándo podremos quitarnos complejos, educarnos, sacrificar, esforzarnos y sacar adelante a México? ¿Cuándo escucharemos y tendremos conversaciones sobre pensamientos y sentimientos trascendentales?

Etiquetas: crónicas, levantar la voz, México

escrito por Nessa Yávëtil a las 12:25 a.m.