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lunes, julio 17, 2006

Lucrativeland o la isla de la convivencia pacífica


- Tenemos que correr antes de que llegue la siguiente.
- Yo no entiendo por qué tenemos que ir.
- Pues porque tenemos que verlos. Ya estamos aquí.
- Pero no estoy segura de querer.
- ¡Ahora, ven! Lo hablamos antes de venir.
- ¿Dónde se quedó Alejandra?
- No sé
- ¡Ale, cruza ya!

Alejandra cruzó el puente automovilístico que no contaba con un paso peatonal y al que azotaban las olas al querer llegar a la pequeña isla situada al otro lado del fin de la masa continental.

Tuvimos que cruzar un enorme estacionamiento que me trajo recuerdas de mi infancia cuando visitaba los castillos de princesas, los pequeños mundos, las profundidades a 20,000 leguas y los piratas del Caribe, y mi ilusión era el móvil de mis acciones. Ahora no. En esta ocasión estaba en una búsqueda y necesitaba compañía.

La taquilla estaba llena y después de una larga fila y de analizar las promociones y paquetes pudimos entrar a través de un trencito que te internaba en la isla y en las atracciones.

***


Algunos años antes al final de uno de los interminables y sufridos primeros semestres de mi carrera en el ITAM, mis amigos y yo decidimos ir a comer a un mercadillo de antojitos cercano para liberar el estrés del último examen que había resultado ser de Matemáticas para Ingeniería I y el sábado de la segunda semana de exámenes. Estábamos comiendo, platicando y riendo cuando me fijé en un muchacho de perfil que pasaba: Tenía rastas o algo similar y perforaciones en nariz, orejas y labios. Al menos eso parecía de lo que alcancé a ver. La imagen pasó y yo seguí platicando. Nadie lo había notado y yo no le di mayor importancia. Que si el club de fans de Colavita o que si Rob le había dado la vuelta al curso en dos semanas y esperaba saltar de un seis a un nueve. Unas semanas después sabríamos que el salto sería de cuatro puntos por una equivocación del profesor. En torno a esto giraba la conversación cuando de pronto vi al mismo muchacho pasar en sentido contrario. No, no era el mismo, este tenía un perfil como de avestruz, pero podía ver que también tenía unas especie de rastas. Estaba muy lejos y yo no podía distinguir bien. Casi cuando ya terminábamos de comer llegó un muchacho que había entrado al Taller de Teatro a mediados de semestre y no era muy del agrado de algunos integrantes del Taller en la mesa. Lo invité a sentarse pero me contestó que sólo quería una foto con nosotros.

- ¡Ey, pónganse para una foto!

Todos seguían platicando sin hacerle el menos caso

- ¡Yuhuuuuu! ¡Una foto! ¡Nos están hablando!

Mis amigos voltearon de mala gana y sonrieron para la foto para inmediatamente seguir con la plática.

- ¿Quieres que ahora tome una yo para que salgas?

Observó a mis amigos inmersos en la plática ignorándolo completamente y dijo que no, que solo quería una de nosotros y se fue sin que los demás siquiera lo notaran.

Debo confesar que el nuevo integrante del Taller, estudiante de economía, era algo pesado y superficial, pero era comprometido con el Teatro y eso me agradaba y en alguna ocasión me había tomado el tiempo de platicar con él, cosa que nadie había hecho, y había sido agradable aunque me reservo una que otra opinión al respecto.

Un año después otro semestre llegó a su fin con sus correspondientes consecuencias como un ojo brincolín, uñas que se caen en capas, un promedio salvado de panzazo para conservar una beca y también con un musical que finalmente había podido ser presentado: El Hombre de la Mancha había resultado más compleja de lo esperado y varios miembros del Taller habían desertado incluyendo al economista indeseado por muchos. Aún así había llegado a su fin y Diseño de Procesadores había concluido con un examen final que cayó el último jueves. Como se había hecho costumbre, fuimos a Tizapán.

Paco me abrazaba mientras todos platicábamos acerca del semestre y de cómo la copiadora había estado a la orden del día y de la manera más cínica en el examen final. Cuando ya nos íbamos y nos habíamos levantado, Paco me daba un beso después del cual abrí los ojos y volví a ver a aquél muchacho. El también me vio y se apresuró en su caminar, pero en ésta ocasión iba acompañado de varios que tenían una apariencia similar. Paco me jaló para irnos con los demás pero yo dije que el y yo nos quedábamos porque íbamos a caminar. Les pareció bien y se fueron.

Había perdido de vista al muchacho y pregunté a las personas de los puestos qué sabían acerca de unos muchachos con las características antes mencionadas. Nadie sabía nada, al parecer ni siquiera los habían visto... ¡Si habían pasado enfrente! Seguimos caminando tomados de la mano y Paco preguntaba qué era lo que estaba pasando, pero yo no sabía explicarlo.

De pronto, al dar la vuelta en una esquina nos topamos de frente con el muchacho. No lo reconocí hasta que me habló:

- Hola, ¿Cómo estás?
- ¿Me hablas a mí?
- Sí. ¿No me reconoces?
- No. ¿Quién eres?
- ¡Qué mala memoria! ¿Cómo salió el Hombre de la Mancha?

De pronto lo reconocí y estaba impactada.

- Bien. Tuvimos muchas críticas, pero a nosotros nos gustó mucho. ¿No leíste el Supuesto? ¡Oye! ¿Y ese nuevo look?
- Ya ves, las personas cambian. No, no vi la obra, y tampoco leí el Supuesto, pero seguramente quedó bien. ¿No?
- No te preocupes no fue mucha gente... Y pues si, tuvimos complicaciones: No había música para el musical dos días antes del estreno. ¡Imagínate, un musical sin música! Pero las clases de canto estuvieron buenas y lo disfrutamos mucho... Pero ¡Oye, cuéntame del nuevo look!
- ¡Qué bueno! Me da gusto... Oye, ya me tengo que ir. A ver si nos vemos otro día.

Y se fue.

- ¿Quién era ese?
- Iba en Teatro. Estuvo medio semestre y un cachito del otro. Estudia economía y se llama...
- ¿Estudia economía?
- Si, bueno, al menos eso creo. A menos que se haya salido del ITAM porque no sé qué se hizo. Creí que era un muchacho que vi hace un año.
- ¿Qué muchacho?
- Uno que vi hace rato... y hace tiempo. Se parecen... Vente.
- ¿Qué pasa? ¿ A dónde vamos?
- No sé. ¿Por dónde se fue?
- Por allá creo.
- Se me hace que se metió en una banda o algo así, porque ya he visto a varios así por aquí. ¿Y sabes qué? No lo he visto en la escuela últimamente, aunque eso no sería nada raro porque mugre escuela...

Seguimos caminando toda la tarde por calles de Tizapán que nunca me habría imaginado que existían. Cosa extraña: subidas, bajadas, empedradas, zonas abandonadas y cada vez iba oscureciendo más y más. Siempre he sido miedosa, así que sugerí que regresáramos aunque no tenía idea de por dónde, pero Paco insistió en que siguiéramos un rato más después de que terminé de contarle lo que había visto aunque nada tenía el más mínimo sentido. Accedí porque estaba con él, porque sola ni loca.

Llegamos a un callejón pero no era una pared lo que lo cerraba: Al final había unas escaleras que bajamos y de pronto estábamos en un lugar totalmente oscuro. Parecían unas minas totalmente abandonadas. Pensándolo bien todo Álvaro Obregón estaba llena de barrancas, minas y zonas de paracaidistas. Pero no, esto era diferente, como si no fuera un accidente de la naturaleza. La curiosidad era grande y muy, muy al fondo se veía una luz anaranjada.

- ¿Dónde diablos estamos?
- No tengo la menor idea. Vámonos.
- No, espérate.
- ¡Vámonos, carajo!
- No, nada más vemos qué hay allá.
- No, es en serio Francisco, ya vámonos.
- No, ven dame la mano.

Podía sentir cómo la sangre era bombeada por mi corazón y llegaba a las extremidades más rápido de lo normal. Al fondo de mina se oían voces lejanas y nosotros seguíamos avanzando. Las lágrimas no paraban de salir y temblaba. ¿No que muy aventurera? No, soy una cobarde. Al llegar a la luz anaranjada vimos sombras que pasaban y nos escondimos en una pequeñas concavidad de la piedra de un lado de la pared. Había muchos y hablaban entre sí. Las sombras apenas me dejaban ver que eran como los muchachos que había visto: Cabello alborotado o con rastas y perforaciones, pero también algunos tenían plumas en el cabello, pieles de animales cubriéndolos y actuaban de forma extraña. Ni Paco ni yo hablábamos. Esto era como una sociedad secreta. ¿Cómo carajos íbamos a salir de ahí sin ser vistos? Pensaba en ello cuando noté que la iluminación provenía de focos instalados en medio de la mina. Supuse que se colgaban de la luz de la colonia de arriba y de pronto volteó uno de ellos justo debajo de una de las luces: Tenía apariencia de cerdo.

- Dios. ¿Qué es eso?
- No es una persona.
- Pero tiene cuerpo de persona.

La figuro giró y no pude verlo más pero ahora me empecé a fijar en los detalles de los otros: ¡Ahí estaba el que parecía avestruz! Y también otros que tenían aspecto de perros y bueyes, pero había algunos que sólo tenían el cabello extraño y apariencia humana.

- ¡Madres! ¡Ahí está!
- ¿Qué? ¿Quién?
- El de Teatro, el economista.
- ¿Dónde?
- Ahí, ahí. No lo puedo creer. No entiendo, algunos tienen apariencia animal, pero el... Lo vimos hace rato. No es cierto. ¿Dónde chingados estamos? ¡Vámonos por favor!

Comenzaron a reunirse en torno a una mesa muy grande como de quirófano y de pronto apareció uno que traía consigo un cerdo. Había una música extraña y el cerdo fue sacrificado. Separaron su cuerpo y dejaron la cabeza junto al muchacho que se encontraba acostado y posiblemente drogado y sedado en al mesa. No logré ver cómo fue el procedimiento pero cortaron verticalmente la cabeza del cerdo por la mitad y el cerebro lo introdujeron en el cráneo del muchacho. El procedimiento no parecía empírico. Al parecer era un profesional el que llevaba a cabo la cirugía y posteriormente hacía injertos de piel de cerdo en el rostro del muchacho. Pude observar que esto sólo se hacía del lado derecho de la cabeza-cara. De pronto el hombre-avestruz puso lo que supuse que era parafina en sus escasos cabellos en la parte superior de la cabeza que al girar pude observar que la mitad era esas como rastas y les prendió fuego. No quise ver más. Tenía mucho miedo y estaba muy impactada. Salí de la concavidad y a pesar de que sólo quería huir lo más rápido posible, traté de no hacer ruido. Paco intentó detenerme pero al final me siguió aunque estoy segura que él podría haber presenciado mucho más del espectáculo.

Estuvimos vagando por las calles de Tizapán muchas horas. Yo estaba muy cansada pero no quería detenerme. Hasta que por fin salimos a una calle conocida y regresamos a casa. Dormimos hasta tarde, yo ya no tenía más exámenes y hablamos de ello hasta tiempo después. A los dos nos había parecido un sueño y sin decirlo llegamos al mutuo acuerdo de que así había sido. Pues, además de todo nunca más volvimos a ver a ningún muchacho de aquél aspecto e investigué y el economista se había dado de baja del ITAM. Nunca lo volví a ver...

***
...Hasta ahora.

Diez años después descendía del trencito en aquélla isla. Era de conocimiento público que la comunidad había sido encontrada hacía cinco años y al no saber qué hacer con sus miembros, pues era imposible reincorporarlos a la sociedad, el gobierno mexicano los había concesionado en una publicitada licitación al mejor postor. Ahora hay un parque de diversiones cuyo nombre no pienso revelar, que ha sido ambientado exóticamente en torno a las islas Polinesias.

Al parecer sus miembros habían sido personas que al decepcionarse de la sistematización de la sociedad, su hostilidad y rudeza, de su falta de valores y honestidad, se habían resguardado en las profundidades y “regresado a sus orígenes” donde pretendían experimentar si aquél comportamiento era únicamente humano. Se sabía que sus miembros eran leales entre ellos, que tenían una especie de ciudad en la mina aquélla y que sólo salían a la superficie para proveerse de lo necesario. Se habían encontrado alrededor de sesenta personas que no dieron mayor información y que al ver destrozada su forma de vida, sumisamente habían acatado su destino.

Me pregunto qué pasará con el parque cuando los miembros se extingan: Probablemente caracterizarán a personas y les pagarán un salario para que se dejen ver con ese aspecto. Pero por supuesto que los dueños se habían encargado de ampliar el giro de su negocio y ya se habían incorporado juegos mecánicos y otras atracciones, incluyendo los recuerditos que no pueden faltar.

Después de la apertura del parque me tomó mucho tiempo decidirme a visitarlo. Cuando lo hablé con Paco se negó a acompañarme argumentando que estaba propiciando el lucro con aquéllas personas y que alguien tenía que hacerse cargo de la librería. Tenía razón pero yo quería saber el destino de mi antiguo compañero de artes. Cuando al final me decidí, organicé una expedición con mis amigas de la preparatoria después de revelarles la historia que hasta entonces sólo Paco y yo conocíamos. Y aquí estábamos ahora.

Tuvimos que hacer una hora y media de fila para entrar a la atracción principal y al estar ahí en la lanchita mecanizada del recorrido lo vi: El ex-economista del ITAM, ahora mitad chivo, con la mirada más triste que he visto. Sentí una gran tristeza.

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2 Pensamientos:

En 1:34 a.m., Blogger Lólindir Numensse pensó...

Bueeeeenisimo, es estilo Lovecraft!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!, muy bueno amor, felicidades!!!!
tu bizcochon que te adora.

 
En 12:58 a.m., Blogger Adriana pensó...

Jules:

Wow, yo jamás hubiera entrado, me da mucha lástima que la gente trate de lucrar con lo que sea y sobre todo que haya gente que todavía lo permita y se preste a ese juego.

Se me hizó todo rarísimo, pero bueno, una experiencia más no?

Quiero decirte que yo también soy una super coyona del demonio y lo sabes bien.

Te quiero mucho

 

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